El gobierno de Taiwán ha concretado las sanciones que impondrá a Rusia y Bielorrusia como consecuencia de la guerra de Ucrania, que estuvo propiciada por un movimiento de ataque de la primera, y tuvo a la segunda como colaboradora y facilitadora del mismo.
Rusia y Bielorrusia arrastran una enorme lista de sanciones que irán haciendo cada vez más daño a sus economías, y perjudicarán a su evolución en todos los sentidos. La última agrupación de medidas de Taiwán supone que estos países no podrán comprar semiconductores avanzados, y hace retroceder a ambos varias décadas en el sector tecnológico.
Se les prohíbe comprar chips que funcionen a más de 25 MHz, que tengan una potencia de más de 5 GFLOPs, que cuenten con una unidad de aritmética lógica (ALU) con un bus de más de 32 bits, una velocidad de transferencia de más de 2,5 MB/s, una conexión de más de 144 pines y una latencia inferior a los 0,4 nanosegundos en los tiempos de propagación de las puertas lógicas.
Básicamente esto es casi como volver a la edad de piedra de los semiconductores. La limitación de 5 GFLOPs, que es la más fácil de entender, hace que Rusia no pueda acceder ni siquiera a la GPU de una Nintendo GameCube, que tiene una potencia de 9 GFLOPs.
Rusia seguirá intentando estimular su propia industria de semiconductores, pero este sector es muy complicado no solo por el enorme coste y el difícil acceso de la maquinaria necesaria para su producción, sino también por los conocimientos y el talento humano necesario para poder acceder a los nodos más avanzados. Una información filtrada hace unos meses decía que Rusia podría producir chips en 28 nm para 2030, y para entonces puede que TSMC ya haya conseguido bajar de los 2 nm.
