Los juegos pueden tener una calidad gráfica muy dispar, y también unos requisitos muy diferentes. Moverlos en un nivel de calidad concreto implica contar con un hardware determinado, ya que de lo contrario la fluidez quedará en niveles poco o nada óptimos.
Por ejemplo, un juego puede funcionar en 1080p y calidad alta a 30 FPS con un PC concreto, pero subir la calidad al máximo puede reducir la fluidez hasta los 15 FPS, haciendo que la experiencia sea totalmente insoportable, ya que todo funcionará a tirones y los tiempos de respuesta serán muy pobres.
Algunos jugadores todavía defienden que no hay una diferencia importante entre los 30 y los 60 FPS, y otros incluso dicen que pueden jugar "bien" con medias de 20 FPS. ¿Es cierto esto? Los chicos de Benchmark han publicado una interesante comparativa en vídeo que muestra un mismo juego, Fortnite, funcionando a 15 FPS, 30 FPS y 60 FPS, y se puede ver claramente que no, no es cierto.
La fluidez que obtenemos al mover el juego a 60 FPS es excelente, tanto que mejora la experiencia en general y hace que la respuesta sea más natural. Con 30 FPS se puede jugar sin problemas, pero se aprecia claramente una pérdida de fluidez que hace que la experiencia no sea tan buena.
Por último tenemos el resultado a 15 FPS, que muestra tirones claros y una fluidez inferior al mínimo recomendable. Si caemos por debajo de los 60 FPS es buena idea reducir un poco la calidad gráfica para mantener la fluidez, sobre todo si esto implica bajar de calidad ultra a calidad alta, ya que en la mayoría de los casos la pérdida de calidad suele ser casi inapreciable.