Imagina que en los años ochenta Nintendo hubiese decidido lanzar Super Mario Bros 3 en la consola Master System de SEGA, o que SEGA hubiera llevado Sonic en los noventa a la Super Nintendo. Es algo impensable, porque los juegos exclusivos eran los que definían a las consolas, y los que les daban un valor y una diferenciación que no siempre era posible con juegos multiplataforma.
Tener juegos exclusivos siempre ha sido lo que nos ha hecho elegir una consola u otra. Cuando Super Nintendo recibió primero Street Fighter II logró un enorme repunte de ventas y dejó en la cuneta a Mega Drive, y lo mismo ha pasado en otras ocasiones con el anuncio de juegos exclusivos importantes que han sido capaces de mover a grandes masas de jugadores de una plataforma a otra.
Microsoft cree que esto ya no importa, y va a llevar el remake de Halo a PS5, una decisión que ha servido a GameStop, la conocida cadena de tiendas de videojuegos, para compartir en redes sociales un comunicado donde declaran, en tono de broma, el fin de la guerra de consolas.
Para GameStop es puro marketing, pero esa broma tiene implicaciones muy importantes para Xbox como consola, para su legado, para su futuro y para sus fans.
Esa cadena de tiendas cree que es el final de la guerra de consolas, pero otros ya empiezan a hablar del final de Xbox, y creen que Microsoft acabará por convertirla en un PC con la aplicación de Xbox y otras aplicaciones dedicadas. Si esto se cumpliera, Xbox Series S y Series X serían las últimas consolas de verdad de Microsoft.
