No es algo que ocurra con mucha frecuencia, pero cuando manipulamos el procesador de un ordenador siempre corremos el riesgo de que se nos caiga al suelo. Manejar este componente es algo que suele generar mucho respeto porque pensamos que es muy frágil y que se puede romper con mirarlo, y cuando intentamos no tocar la zona de los pines o de los conectores traseros si es LGA se hace un poco más difícil sujetarlo con firmeza.
Si no sujetamos bien el procesador puede que en algún mal movimiento o en un descuido se nos acabe cayendo al suelo. ¿Qué podría ocurrir en este caso, se rompería y dejaría de funcionar? El procesador en sí no se rompería, el IHS es metálico, el sustrato es también resistente y todo está bien unido, pero sí que podrían producirse daños a nivel interno, o peor aún, doblarse los pines si es un procesador con este tipo de conexiones.
RandomGaminginHD tuvo la mala suerte de vivir esto en primera persona cuando se le cayó al suelo su Ryzen 7 5700X, un procesador que para colmo de males habían comprado hace poco. El resultado fue terrible: se doblaron un 25% de los pines del procesador.
Logró enderezar esos pines, y parecía que el procesador funcionaba con normalidad, pero se habían producido daños que afectaban al soporte de la conectividad PCIe Gen4 con la tarjeta gráfica, que pasaba a funcionar en modo x1, lo que hacía que el rendimiento en juegos fuera bajísimo.
Decidió probar con otra placa base que solo ofrecía soporte de la interfaz PCIe Gen3, y para su sorpresa la situación mejoró por completo. El rendimiento volvió a ser normal, y si esa placa base trabaja a x16 no tendrá problemas de rendimiento con la tarjeta gráfica que estaba utilizando, una GeForce RTX 4070 SUPER, porque una conexión PCIe Gen3 x16 proporciona un ancho de banda suficiente.