Durante la etapa de desarrollo de PS4 en Sony pensaron que esta consola iba a tener suficiente con 4 GB de memoria GDDR5. Xbox One iba a tener 8 GB de tipo DDR3, pero la diferencia en el ancho de banda de una y otra memoria no iba a ser suficiente para compensar la diferencia de capacidad de ambas.
Sony al final siguió las recomendaciones de los desarrolladores y decidió ampliar la cantidad de la memoria hasta los 8 GB, una decisión que fue aplaudida por los desarrolladores, y que le permitió convertirse en la consola más potente de su generación, porque tenía memoria más rápida que Xbox One y una GPU más potente.
Esta no es la primera vez que una consola acaba teniendo una mayor cantidad de memoria gráfica gracias a la presión de los desarrolladores. Nintendo Switch iba a tener 2 GB de memoria, y Xbox 360 solo iba a contar con 256 MB de memoria, pero al final esas dos consolas doblaron sus cantidades, y esto las convirtió en las consolas que todos conocemos.
Si todas estas consolas se hubieran lanzado con la mitad de memoria los desarrollos de los juegos habrían tenido que adaptarse a esas limitaciones, y algunas de las franquicias más conocidas no se habrían podido llevar a cabo tal y como se hicieron originalmente. Gears of War sería el mejor ejemplo en Xbox 360, este juego se habría tenido que recortar mucho para funcionar solo con 256 MB de memoria unificada, y Nintendo Switch no habría podido mover prácticamente ningún juego multiplataforma de la generación anterior, salvo que se hubieran hecho reducciones muy extremas.
Digital Foundry profundizó no hace mucho en este tema centrándose en PS4, y dijo que si esta consola hubiera llegado con 4 GB de memoria unificada muchos de sus exclusivos no habrían podido ser tan espectaculares, y que además habría tenido serios problemas durante la segunda mitad de su ciclo de vida, porque la memoria es uno de los componentes que más limita la capacidad y la vida útil de una consola.