Windows 11 ya está disponible, pero su lanzamiento ha sido un poco accidentado por los errores y problemas de compatibilidad que ha dado a algunos usuarios.
Las primeras pruebas de rendimiento que se han publicado tampoco terminan de ser buenas. La principal diferencia entre Windows 10 y Windows 11 es que este último es capaz de diferenciar de forma efectiva entre núcleos de alto rendimiento y núcleos de alta eficiencia. Esto es fundamental para los nuevos procesadores Intel Alder Lake-S, que utilizarán un diseño de ese tipo.
Ese cambio hace que el rendimiento de los procesadores Lakefield, que utilizaban una configuración de un núcleo de alto rendimiento y cuatro núcleos de alta eficiencia, mejore significativamente, pero los procesadores con un diseño convencional no solo no mejoran de forma significativa su rendimiento, sino que este empeora levemente en algunos casos concretos.
Un medio alemán ha publicado una ronda de pruebas que confirma esa tendencia, y que además refleja que hay una pérdida de rendimiento en juegos cuando damos el salto a Windows 11. La pérdida de rendimiento no es muy grande, pero resulta apreciable en varios títulos, como se puede ver en las dos imágenes adjuntas. Ahora mismo, salvo que tengáis muchas ganas de probarlo, es mejor esperar a que Microsoft termine de madurar Windows 11, algo que debería ocurrir sobre la marcha (a lo largo de las próximas semanas), aunque al final los errores más importantes, y las mejoras de rendimiento más relevantes, podrían acabar tardando algún tiempo.
Windows 11 se puede instalar en cualquier PC, incluso aunque este no cumpla del todo con los requisitos mínimos, pero Microsoft ha avisado, por activa y por pasiva, que esto podría acabar dando problemas y ofreciendo una experiencia de uso "inferior", así que tenedlo también en cuenta.

