Al final Microsoft no ha dado su brazo a torcer, y ha dejado sin soporte a una buena parte de los procesadores Core de séptima generación, y también a los Ryzen serie 1000, algo que no tiene sentido, ya que procesadores como el Core i7-7700K o el Ryzen 7 1800X son muy potentes, utilizan arquitecturas avanzadas y son capaces de ofrecer un buen rendimiento.
Microsoft tendrá sus motivos para haber tomado esa decisión, parece haber intentado explicarlo hablando de la importancia de la estabilidad, y de mejorar la experiencia de usuario. Según Microsoft, al limitar el soporte a un menor número de procesadores y optar únicamente por los más actuales, se reducen los problemas del sistema operativo, y se consigue que Windows 11 sea más estable.
Podrás instalar Windows 11 en equipos que no cuenten con un procesador soportado, aunque deberás hacerlo mediante una instalación limpia, no tendrás soporte a nivel de actualizaciones y, además, sufrirás más pantallazos azules de la muerte. Esto está relacionado con esa explicación que ha dado Microsoft sobre el tema de la estabilidad y la experiencia de uso.
Según la compañía, llevan tiempo observando en pruebas internas que los pantallazos azules de la muerte se producen con más frecuencia en aquellos equipos que tienen hardware antiguo, y la solución a la que han llegado es simplemente optar por no darles soporte. Las configuraciones no soportadas registraron un 52% más pantallazos azules que aquellas compatibles, que apenas sufrieron un 0,2% de errores de este tipo, es decir, un 99,8% de los dispositivos no sufrieron este tipo de errores.
Los cuelgues también fueron más frecuentes en equipos con hardware no soportado, y en el caso de las aplicaciones propias de Microsoft, los crasheos de aplicaciones aumentaron en un 43%. Todo esto, y la forzada que resulta la interpretación que dejan esos datos, ha generado mucho revuelvo y han reavivado una polémica que Microsoft no va a poder zanjar así como así.
