La RTX 3080 es la segunda tarjeta gráfica más potente que tiene NVIDIA ahora mismo en el mercado de consumo general. Su rendimiento es excelente, tanto en rasterizado como en trazado de rayos, pero su consumo y sus temperaturas de trabajo son considerablemente altas.
El modelo Founders Edition tiene un TGP de 320 vatios, aunque puede registrar picos que superan ligeramente esa cifra, y con el disipador de referencia configurado por defecto mantiene temperaturas medias que rondan los 78-79 grados estables, suficiente para que no se produzca pérdida de rendimiento por exceso de calor.

Para que la refrigeración de la RTX 3080 sea óptima es necesario utilizar un sistema de disipación activo, formado por un radiador voluminoso y un mínimo de dos ventiladores, ¿pero sería posible mantener bajo control esta tarjeta gráfica con un sistema de refrigeración pasiva? Lo primero que nos vendría a la cabeza sería un no rotundo, pero lo cierto es que sí, es posible, aunque no sencillo.

Como se puede ver en la imagen, para evitar que las temperaturas se disparen a un nivel inaceptable, la RTX 3080 se ha instalado en un chasis que actúa, en esencia, como un enorme radiador. El sistema de refrigeración pasivo de la gráfica conecta con las cuatro caras del chasis, lo que permite distribuir el calor sobre una superficie enorme, y evitar así que las temperaturas lleguen a un nivel preocupante.
En las pruebas que realizaron bajo FurMark registraron un máximo de 87 grados en la GPU, una cifra elevada que ya implica pérdida de rendimiento por exceso de calor. Debemos tener presente también que las temperaturas de otros elementos, como el VRM y la memoria, deberían ser todavía mayores.