A día de hoy, la potencia de algunos smartphones puede llegar a ser similar a ciertos equipos de sobremesa, o portátiles, salvando las distancias, claro. Ahora es sencillo hacernos con un teléfono con un rendimiento más que bueno y a un precio relativamente asequible, algo que tiempo atrás era impensable. Para ello, la tecnología ha tenido que evolucionar hasta cierto punto, y eso es algo que, a veces, el usuario final ignora.
En el corazón de los smartphones se encuentran los SoCs, que como sabréis son chips que engloban todos los componentes de hardware necesarios para el funcionamiento pleno del terminal, como es la CPU, la GPU, la memoria, el módem... Los SoCs han evolucionado muchísimo en los últimos años, y ahora podemos encontrarnos con verdaderas bestias de potencia en un tamaño realmente diminuto. El concepto es que un SoC tenga en su haber si no todos, al menos una gran mayoría de los componentes de hardware necesarios para que el terminal funcione a pleno rendimiento, algo que la mayoría de SoCs actuales, por no decir todos, cumplen.

Dentro del SoC se distinguen muy diversas arquitecturas, tecnologías, procesos de fabricación... La combinación de todos estos elementos hacen que uno se distinga del otro teniendo en cuenta diferentes criterios; los SoCs de una misma familia pueden situarse en la gama baja o alta, indistintamente. Por ejemplo, hay SoCs que cogen una base común a muchos otros, y luego el fabricante lo renombra, o hace pequeñas variaciones, para darle una identidad nueva. A más tecnologías, potencia de la CPU y GPU, o cantidad máxima de memoria RAM aceptada, etc., tanto más potente será el SoC y, por lo tanto, es más probable que acaba en terminales de gama alta y premium.
Actualmente, los principales contendientes en la lucha por los SoCs para smartphones son compañías como Samsung, MediaTek, Qualcomm o ARM, por poner unos ejemplos, pero otros han abandonado la contienda, como NVIDIA o Xiaomi, mientras otros hacen su guerra pero encargándole a otro la fabricación del SoC, como es el caso de Apple. Sea cual sea el origen de estos chips, lo que ha de quedar claro es que la gran mayoría utilizan una arquitectura ARM, muy distinta a la x86 de los ordenadores de sobremesa, lo que significa que independientemente del SoC que se use, la arquitectura interna es equivalente. Otra cosa es que a nivel de software haya incompatibilidad, pero eso ya no tiene nada que ver con el SoC.
La ideación, fabricación, implementación y venta de un SoC es una tarea nada fácil: aunque muchas compañías han querido desarrollar sus propios chips y, así, no depender de terceros, pocas han logrado sacar adelante sus modelos, ya que requiere una fuerte inversión tanto en investigación y desarrollo como en una red de fabricación que pueda amortizarse (para uso propio y para poder vender el SoC a otros), y esto no es nada fácil de mantener, como se ha podido observar a lo largo de estos años. Por eso, muchas compañías han abandonado proyectos interesantes.

Lo que nos ha de quedar claro de todo esto es que existen muy diversas gamas de SoCs con diferentes tecnologías, muy diversas familias, y que hay modelos de todos y cada uno de estos que se sitúan en la gama de entrada, otros en la gama media, otros tantos en la gama alta... Seleccionar cuál es el mejor según los criterios expuestos es tarea imposible, ya que no sólo cuenta la potencia del SoC (rendimiento sintético, como podría hacer una CPU de un sobremesa), sino que se tienen en cuenta otros factores, como qué GPU integra, si tiene un módem compatible o no con 5G, etc. Así que no se trata de un sólo factor el determinante para definir el rendimiento de un SoC, aunque el valor sintético puede darnos una pista bastante fiable de ello.
En el ranking de la siguiente página veremos una lista con los mejores de este año, y os explicaremos qué hay que tener en cuenta para distinguir unos de otros.