Las criptomonedas han calado en la opinión pública en los últimos meses tras la explosión del precio del Bitcoin (BTC para los amigos), que llegó a valorarse en más de 20.000 dólares por unidad, con una velocidad de crecimiento de ese valor más allá de lo lineal para pasar a ser exponencial.
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De todos modos el Bitcoin es solo la parte visible de un iceberg que se empezó a gestar allá por el año 2008, cuando se registró el dominio bitcoin.org, aunque no empezaría a operar hasta enero de 2009. El Bitcoin no es la única criptomoneda. Es más, a día de hoy hay más de 1.300 de acuerdo con el portal Coin Market. Pero, ¿qué son las criptomonedas? Básicamente las criptomonedas pueden verse como dinero que no necesita de ninguna institución ni banco que garantice su funcionamiento y su operación. Es un "medio digital de intercambio" tal y como la definen en la Wikipedia, con un valor que está determinado por la mera ley de oferta y demanda.
También puede verse como una inversión similar al oro, donde el uso como moneda no es el fin último, convirtiéndola en un refugio para quienes estén dispuestos a "jugar" con las reglas de la especulación de un modo similar a como se hace con los fondos de inversión y la Bolsa. O incluso como un recurso para algunos jefes de estado para tratar de solventar los problemas de su economía, como sucede con Maduro y el Petro venezolano. De todos modos, el Petro se parece más a una moneda tradicional que a una criptomoneda en tanto en cuanto su valor está refrendado por el petróleo venezolano, y no se han dado detalles sobre cómo se articula la nueva criptomoneda en términos de protocolos y tecnologías digitales.
Otros países, como Ecuador, Rusia, China, Suecia, Senegal, Estonia, Túnez o Israel también trabajan para crear criptomonedas, aunque con la precaución de no confundir dinero electrónico con las criptomonedas. Dinero electrónico ya hay, pero con las transacciones gestionadas de un modo centralizado. En las criptomonedas hay que trabajar con tecnologías P2P, descentralizadas, usando técnicas criptográficas para asegurar que las transacciones se realizan sin margen para la estafa o el fraude.
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El hecho de que no haya ninguna organización ni banco de por medio introduce varios retos: el de la creación (o acuñación de la moneda, por decirlo de algún modo) y el de las transacciones. Retos, en tanto en cuanto hay que garantizar que no se van a “falsificar” las monedas criptográficas, ni se van a realizar transacciones múltiples con las mismas criptomonedas. En un esquema centralizado, el banco lleva cuenta de todas las operaciones, de modo que no es fácil burlar las medidas de seguridad establecidas por las entidades. Sin embargo, en un esquema descentralizado, si bien la creación de moneda es relativamente fácil de gestionar, el control sobre las transacciones precisa de medidas que impidan que, por ejemplo, una persona use los mismos bitcoins para realizar operaciones financieras en varios establecimientos.
La forma en la que se resolvió este reto allá en 2009 por parte de los creadores de bitcoin, cuyas identidades se ocultaron bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto, fue diseñando un sistema capaz de llevar cuenta de absolutamente todas las transacciones usando una red de ordenadores distribuidos por todo el mundo creando lo que se daría en llamar Blockchain o cadena de bloques. Se trata de un “libro mayor” distribuido en una red P2P, compuesta por un elevado número de ordenadores conectados entre sí, que van creando los bloques que contienen la información sobre las transacciones.
Hasta aquí todo bien, pero como contrapartida tenemos que los cálculos criptográficos necesarios para realizar estas validaciones son complejos y necesitan una ingente capacidad de procesamiento. Esta circunstancia hace que aspectos como el consumo energético asociado a las criptomonedas sea muy elevado y haya saltado a la palestra de los medios como una métrica directamente relacionada con la moneda. Esto es: la actividad tecnológica relacionada con la minería o las transacciones está parametrizada por el coste de la energía y las infraestructuras tecnológicas necesarias para mantener la red P2P en la que se sostienen las criptodivisas.
Portales como digiconomist están especializados en el análisis y seguimiento de las criptomonedas, y según sus cálculos más conservadores, una transacción con una moneda como Bitcoin consume 23.000 veces más energía que una transacción con una tarjeta de crédito, y 64.000 veces más si se asumen variables más realistas.
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El sistema global de la banca consume unos 100 TWh de energía por año. Bitcoin consume unos 35 TWh por año. Las transacciones que no son en metálico en la banca tradicional superar los 1.370 millones por día. Con Bitcoin se procesan unas 400.000 transacciones al día. Es decir, la clave no es tanto la energía total que se consume al trabajar con criptodivisas, como la eficiencia de las operaciones. Y en este punto, las criptomonedas descentralizadas son centenares o incluso miles de veces más ineficientes que las transacciones bancarias centralizadas.
Con más de mil criptomonedas, es complicado hacer una selección de las más populares, o predecir cuáles serán las más rentables dentro de unos meses o años. Desde luego, Bitcoin y sus derivados, como Bitcoin Gold o Bitcoin Cash, pero también tenemos otras.
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Litecoin (LTC), nació en 2011 y surgió en un momento en el que apenas solo existía Bitcoin. Está basada en un sistema de pago de código abierto descentralizado y usa algoritmos de encriptación y desencriptación a la altura de los ordenadores de consumo. Es una moneda más eficiente, si se quiere ver así, que Bitcoin.
Ethereum (ETH) nació en 2015 y tras sufrir un ataque en 2016, se escindió en dos: ETH y ETC (Ethereum Classic). ETH tiene una capitalización de 41.400 millones de dólares en segundo lugar tras Bitcoin.
Monero (XMR) es un Bitcoin totalmente anónimo y no trazable. Está en los primeros puestos de los ránkings de criptomonedas en cuanto a capitalización. Dogecoin empezó en 2013 como una "moneda chiste". Es decir, sin pretensiones. Pero con el tiempo ha conseguido una capitalización de 25 millones de dólares y se usa a modo de recompensa para usuarios en diferentes foros o para recaudar fondos para campañas diversas.
Petro es la criptomoneda de Venezuela. O al menos así lo ha propuesto Nicolás Maduro. Cada Petro corresponderá a un barril de petróleo. Se anunció en diciembre de 2017 y aún está por ver si se usará o no. Es una moneda preminada, aunque las siguientes emisiones podrán minarse por agentes externos.
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Electroneum (ETN) es una criptomoneda bautizada en honor del electrón. Depende de su propia cadena de bloques y está pensada para usarse en los juegos móviles y el segmento de las apuestas. Está pensada para que cualquiera pueda minarla y gestionarla de un modo relativamente sencillo, e incluso desde su propia app móvil, aunque de momento esta posibilidad está desactivada en la aplicación. Por su lado, Zcash (ZEC) es una de las monedas que más está dando que hablar en estos tiempos. Es, como Monero, muy difícil de trazar y se centra en el anonimato de las partes implicadas en las transacciones. Se ha creado en 2016, por lo que estamos ante una de las más recientes criptomonedas del mercado. Con todo, ya es complicado minar monedas de forma particular, aunque es más sencillo que con otras.
Hay mas monedas, desde luego. Aunque estas son algunas de las más populares o llamativas.