Una joven norteamericana de 16 años trabajaba a jornada partida en una hamburguesería. Un día faltó dinero en caja, y tras comunicárselo a su encargada, ésta se lo notificó a su vez a los propietarios del establecimiento. El asunto no se concluyó presencialmente, sino vía Facebook: la encargada comunicó a la joven por esta red social que estaba despedida a raíz del dinero faltante. La noticia saltó a los medios porque al mismo tiempo que la chica lo sabía, lo hacían todos sus contactos, con la consecuente situación embarazosa que esto comportó (y más cuando no se demostró que la chica tuviera nada que ver con la falta de emolumentos).
Las redes sociales han proliferado mucho en los últimos años. En España las hemos conocido un poco tarde en comparación con otros lugares del mundo, pero el crecimiento ha sido global, y todos estamos aún analizando su presencia y, sobre todo, sus implicaciones en nuestras vidas cotidianas. Hace unos años, fuera de aplicaciones como los clásicos chats o el Messenger de Microsoft, no conocíamos más herramientas para relacionarnos. Ahora, Facebook o Twitter forman parte de nuestras vidas de una forma tan natural que pocas veces le damos la importancia que merecen. Importancia en tanto que ponen en tela de juicio cuestiones como la privacidad, las relaciones entre las personas y la transferencia de archivos de todo tipo, sin contar con posibles estafas o incluso malware que se ha derivado de estas recientes actividades.
Algunos logos de redes sociales conocidas (fasticon.com)
Es innegable que las redes sociales forman parte de nuestras vidas. Odiadas y queridas a partes iguales, podemos decir, sin temor a generalizar en exceso, que gran parte de la comunidad de Internet las ha probado al menos una vez, generando una opinión muy personal sobre ellas. Una cuenta en Facebook, una en Tuenti, otra en Twitter… ¿Hasta dónde llega el límite social y entra en juego el fin de la privacidad? ¿Cuál es la mejor forma para gestionar una cuenta? ¿Es cierto que todos los datos que introduzcamos quedan expuestos a ojos malintencionados? ¿Realmente hay un ojo que observa todos nuestros movimientos? Intentaremos dar respuesta a estas preguntas, y a otras que nos vayan surgiendo.
Nos gusten o no, las redes sociales han proliferado, y negar su presencia es oponerse al avance masivo de la tecnología: donde antes habían voces expertas que auguraban una individualización del usuario de Internet, ahora la tendencia es a mantenernos comunicados con mucha gente, en ocasiones gran parte de ésta son absolutos desconocidos. Ante la pregunta de si esto es sólo una moda o el auténtico prolegómeno de una nueva manera de hacer Internet, en el presente editorial vamos a analizar los pros y los contras de esta forma de entender, y participar en, la Red.