El espectro de color visible por el ojo humano es amplio. Los colores que vemos no son sino haces de luz con determinadas frecuencias, que llegan a nuestros ojos en un momento dado. En la vida real no hay mucho más: lo que vemos es lo que hay. Sin embargo, cuando los colores se representan en un monitor, en una fotografía, en la pantalla de una tablet o en la de un móvil, la forma en que todas esas pantallas representan los mismos colores puede cambiar de manera notoria entre unos y otros. Nos enseñaron en el colegio que existen unos colores primarios (rojo, verde y azul en el caso del espectro RGB, o cian, magenta, amarillo y negro en el caso del CMYK), que, combinados, crean todos los colores que somos capaces de percibir. La forma en la que se organizan los colores, y que luego el dispositivo en cuestión nos muestra, es lo que conocemos como espacio de color. De esta forma, podemos entender que se trata de un modo de ordenación de colores: el espacio sRGB nos permitirá ver los colores de una manera, y el NTSC de otra, por poner un ejemplo.

Esto, traducido en términos del día a día, hace que al ver una imagen en el móvil no la captemos igual en este dispositivo que si la imprimimos en papel después, con la consecuente frustración que eso puede conllevarnos, sobre todo si buscamos cierta fidelidad de color. No hace falta imprimir algo físicamente para observar las diferencias: si el espacio de color utilizado en un programa de edición de fotos como Photoshop varía de un PC a otro (porque no lo tenemos correctamente configurado, o no hemos sabido hacerlo), hará que la misma imagen en la que estemos trabajando se vea distinta (colores más apagados, o más claros, etcétera). Por eso es importante conocer la configuración de color aplicada en cada herramienta que usemos, porque dependiendo de lo que queramos hacer nos irá mejor un perfil (espacio) de color que otro. El resultado de conocer este concepto es que ganamos en fidelidad: si estamos editando una foto, por ejemplo, ésta se verá igual tanto si la estamos editando como si la imprimimos. Y veremos un juego de la misma manera en un monitor que en otro.

Es importante considerar que no hay ninguna pantalla en ningún dispositivo que sea capaz de reproducir el 100% de un espacio de color en concreto. Aquí entra en juego el concepto Pointer's Gamut, o gama de colores máxima que podemos percibir. El ser humano tiene un Pointer's Gamut determinado, los animales tienen otro; y los espacios de color pueden ofrecernos un porcentaje determinado de colores. Si el porcentaje que el fabricante asegura es alto, seguramente no seremos capaces de distinguirlo de la realidad y ya nos bastará, y eso jugará a favor del dispositivo en cuestión. Por eso, a día de hoy cada vez más monitores y pantallas de portátiles apuestan por desvelar qué porcentaje de determinados perfiles de colores pueden mostrar ya en sus especificaciones. Y es que cada vez se le da más importancia a este aspecto, a la fidelidad del color. Y hacen bien, porque es un valor importante a tener en cuenta, ya sea por trabajo o por ocio.
Como es de esperar, no sólo tenemos un espacio de color, y por eso, a continuación os vamos a explicar cuáles son los más habituales (lógicamente existen muchos tipos, pero únicamente unos pocos son los más utilizados). También os contaremos para qué se usan.